La familia, grupo o
institución social, es un sistema de parentesco, conyugal, residencial y doméstico,
cuya estructura sigue estando desigualmente distribuida en sus roles
sexuales, en el ejercicio del poder y de todas aquellas acciones sociales
que determinan su dinámica.
Su relevancia es
incuestionable como agente socializador, como promotor de cambios. La familia
moderna vive no una crisis, sino un tránsito y busca alternativas que se
planteen en la equidad social. El impacto, no obstante, es disímil y como ya
hemos dicho, es difícil hablar de un exclusivo modelo familiar moderno frente a
un modelo tradicional, el análisis de la diferencia aplicado consecuentemente
sigue siendo el recurso para pensar la familia desde la Sociología.
La influencia de la
educación familiar, esencial durante los primeros años de vida, transciende ese
marco inicial y se manifiesta, con mayor o menor fuerza, a lo largo de toda la
vida. Todas las relaciones sociales que se establecen entre los individuos
pueden considerarse y de hecho son condiciones para la educación de la
personalidad y para la socialización del sujeto.
Todo lo anteriormente
expuesto apunta a que la familia de hoy día no puede seguir moldeándose a las
viejas fórmulas, ni debe admitirse que se promuevan otras nuevas que atenten
contra el cumplimiento de sus principales funciones. Hay que promover formas de
funcionamiento familiar que reflejen, verdaderamente la dialéctica actual de la
vida. Es por tanto, necesidad inminente, convertir a la familia en verdadera
representante de los más genuinos valores de nuestra sociedad.
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